¡Ya
estoy de vuelta! Ha pasado un poco más del tiempo previsto (he vuelto ya a
España), pero retomamos la actividad como si no hubiese transcurrido ni un solo
día.
El
Lapin tenía algo de polvo así que he entrado abriendo ventanas para airear la
estancia y que entrase el aire fresco de este final de verano. Tenía un autor
reservado desde hacía tiempo, con una trilogía que dejé incompleta no porque no
me gustase, sino todo lo contrario, por “miedo a que se acabase”. Había leído
el Hobbit,
la Comunidad
del Anillo y no quería que la Tierra Media terminase para siempre,
motivo por el cual lo reservé. Mientras tanto fui acercándome a Tolkien leyendo
varias biografías.
En
mitad del verano cogí prestado la edición de Heavy Chef de Las dos Torres y me sentaba cada
mañana, después de ver el amanecer, a leer. Así, el Lapin volvía a
transportarse a esa Tierra Media tan atemporal. Con mi capa élfica puesta,
aparecí en el bosque donde la Compañía del Anillo se separa y todos prosiguen
con sus diferentes destinos. Lo mismo estaba con Pipin y Merry, que me llevaron
a conocer al gran Bárbol y la historia de los pastores de árboles; que me
encontraba junto a Sam y a Frodo intentando alentarles en su camino por los más
escarpados riscos y ansiando advertirles, sin mucho éxito, de cuáles eran los
peligros que les iban a acechar de camino a Mordor. He pasado el mes de agosto paseando en la
grupa del caballo de Trancos (sí, podría haber cabalgado con Gandalf o con
Légolas, pero mi imaginación es mía y elijo ir con Aragorn), recorriendo los
caminos pedregosos de las cadenas montañosas hasta llegar a las faldas de éstas
y adentrarnos en los valles, buscando el camino hacia Isengard para plantar
batalla a Saruman.
Postales de Tolkien, las de la izquierda compradas en el Eagle and Child y la de la derecha fue un hermoso regalo de una queridísima amiga. |
Era
una historia que necesitaba, para volver a estar rodeada de buenos amigos. He
disfrutado con cada conversación, con cada minuciosa descripción del maestro
Tolkien, he descansado con cada parada que hacían, he olfateado el humo de sus
pipas, he sentido sus miedos y he reído con sus alegrías.
Tras
acabarla, vuelvo a remolonear en sus paisajes, imaginando a Tolkien contándole
la historia a su grupo de amigos mientras tomaban un té en el Eagle and Child
de Oxford. Iría corriendo a por la última entrega de la obra, pero… la dejaré
reposar, esperar su momento, el momento en el que su historia vuelva a extender
un velo de seda por cada rincón de mi cabeza, cobijándola de la vida real.
Me ha costado muchos días escribir esta entrada y, ni aún así, me ha quedado como me hubiese
gustado, pero poco a poco iré volviendo a la fluidez que tenía antes (o eso
espero).
Mil gracias a todas las que habéis estado siempre ahí, las que
os habéis preocupado por escribirme un email, o los que simplemente hayan
tenido un momento para pensar en mí.
Las tres fotos las ha realizado una servidora.
Las tres fotos las ha realizado una servidora.